Por Cristina Díaz Martínez Había oído hablar en incontables ocasiones, hasta ahora con cierta envidia, de los colores de África, pero como dice una vieja amiga a la que admiro y respeto “hay cosas en la vida que solamente pueden sentirse”. Y, sin duda, ningún otro órgano del cuerpo humano sería capaz de trasmitir la fuerza de un color terracota que jamás podrás apreciar si no te das una vuelta por el continente más pobre de la tierra. | |
Es cierto que desde la primera incursión en territorio africano la pobreza es una constante, pero es una pobreza acompañada de un adjetivo que, sin duda, la define. Se trata de una pobreza material, que contrasta de forma sorprendente con una riqueza espiritual que debería hacer a los africanos mirar con condescendencia a este continente desde el que escribo, inmerso en la cultura del más, mejor y ahora y que no se contenta con nada, creyendo que necesitamos para ser felices cosas de las que incluso desconocemos su existencia.
Esa Europa que mira a África con tanta complacencia, cuando a veces debería de ser precisamente al contrario, debería empezar a plantearse que la palabra “necesidad” la hace esclava de una sociedad para la que nada es ni será suficiente. Un continente con 200 etnias diferentes y 2.000 lenguas locales no podría ser considerado pobre salvo para aquellos que solo son capaces de medir la riqueza como algo meramente tangible.
En el concierto de Sams'K con la cónsul de honor de Burkina en España, Karidia Friggit | Una vez allí, descubriendo cada día olores y sabores completamente desconocidos, una no puede evitar pensar que sentimos África como algo lejano y sin embargo todos la llevamos en nuestro ADN. Y es que todos somos en parte africanos; el hommo sapiens nació allí hace nada menos que 200.000 años… Allí empezó a crearse la humanidad y siglos después estamos dejando que la cuna de la humanidad muera de hambre sin mostrar ni un ápice de empatía, en la mayoría de los casos. |
También asistimos, en compañía de la cónsul de honor de Burkina Faso en España, Karidia Friggit, a un concierto en el que el espíritu de Tomas Sankara, el Che Guevara africano, nos invadió de valentía y confianza en las capacidades humanas, y de ganas de cambiar las cosas, una noche donde la música y la política como tantas veces se dieron la mano para reivindicar una lucha que no ha terminado.
Aunque la puerta al África real vino de la mano del primer poblado que visitamos y que en mi caso cambió mi percepción de este “continente olvidado” para siempre. El pueblo de Sansana, en la región Suroeste, cerca de las fronteras de Ghana y de Costa de Marfil, nos recibió con los brazos abiertos y enseguida pudimos ver la huella que la ONG Escuela Sansana ha dejado allí.
Escuela Sansana es una ONG creada en el año 2009 por iniciativa de un grupo profesores, sensibilizadas con las graves necesidades que observaron en un viaje realizado a Burkina Faso. Su labor está enfocada al área de la educación, la nutrición y la salud y en potenciar las capacidades de las mujeres para mejorar su estatus familiar y su autonomía. Allí, pintamos las aulas escolares, construidas por la ONG, junto a los chicos, y disfrutamos de su compañía inventando juegos y tratando de que enseñarles geografía o cultura general con nuestro trivial improvisado. | Junto a las dos cocinas de tierra de termita que ayudamos a construir para la escuela de Nionio |
Después de Sansana, las aldeas de NioNio y Holly nos acogieron con el mismo calor y allí también pudimos disfrutar de su gente y de sus costumbres: bailamos danza africana, aprendimos como hacer sus buñuelos y a tocar el balafón, unos mejor que otros. Allí quedaron para siempre nuestra bandera de papel y nuestro abecedario hecho con todo el cariño. Allí quedarán, esperamos que por mucho tiempo, las cocinas de barro que ayudamos a construir para facilitar la labor de cocinar para los cientos de alumnos que acuden a la escuela cada día. Un placer haber podido dejar allí un trocito de nosotros.
Nada de esto hubiera sido posible sin un grupo formidable de gente activa y comprometida, que hizo que esta experiencia haya sido única. Gracias al equipo de Gentinosina por su organización, sus ganas y su solidaridad y por brindarnos la oportunidad de conocer la auténtica África y de participar en un proyecto en el que cualquiera se sentiría orgulloso de participar. |